Cierto que tu languidez me languidece,
Tu cuerpo, cayendo sobre tiempos solitarios
A la par derruye todos mis segundos.
Y quisiera ósculo osado regalarme
Y relegar el dominio de la caricia que quisieras,
Convertir mi piel en tus consuelos
Y estos labios hacer abrasadores
De nuestros opuestos fuegos.
Pero no puedo. ¡Maldición no puedo!
Tengo que tragar mi acre decepción,
Se disuelven mis deseos
Y partes de mí con ellos.
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